Si, el "ritual de simulación" puede ser uno de esos conceptos que por antipático fueron dejados de lado por la ciencias sociales en plena ebullición de las corrientes postmodernas, pero lo cierto es que uno no puede dejar de acordarse de ellos ante ciertas circunstancias.
Era noche de San Juan, Carnaval, día de los pueblos originarios, año nuevo mapuche como quiera que las denominaciones nos lleven, ellas (las denominaciones) se concentraban esa noche en la presentación de conjuntos musicales y carnavales callejeros en un conocida población de Santiago de Chile, paradójicamente llamada Los Copihues. El frío era más despiadado que de costumbre, sin embargo, había buen ambiente, con comparsas y grupos musicales compuestos por jóvenes de diversa procedencia, entre los cuales destacaban músicos, amantes de la naturaleza y los pueblos originarios, hijos de familias acomodadas, algún francés y/o alemán que compartía esas aficiones junto con un interés por la resistencia alterglobal, miembros de movimientos sociales.
Todos confluyendo en una celebración que por momentos recordaba las viejas protestas contra la dictadura en los 80 con antorchas y participación de la gente de "la pobla", con cantos reivindicativos y de denuncia de algunas injusticias actuales; en otros momentos el carnaval era simple despliegue de música y danza, por momentos todo era muy profesional, por momentos todo era una juerga.
Acercándome a las personas que me habían invitado logré captar de alguna forma, que lo que ocurría ahí era algo más que una presentación artística o musical, era algo más que la representación del mundo étnico a través de bailes y sones autóctonos, era más bien el interés generacional de ciertos jóvenes (educados en buenos colegios, de pago) que logran definir una representación política sin caer en los caminos ya usados por este tipo de representaciones sociales.
A medias entre un movimiento social, un acto de protesta, un carnaval, las categorías a través de las cuales se definía un nosotros eran todas sensibles a la política de nuestra época: ambientalismo, feminismo, etnicidad, resistencia al capitalismo etc. De ello surgía, como es de preveer, cierta lucha entre los convencidos de la realidad de las categorías y los que la utilizaban como un medio para las representaciones (más lúdicos), entre los reconocidos por saber tocar la zampoña (hombres todos), los reconocidos por los propios mapuches por tocar bien la pifilca y un conjunto de "aprendices de brujos" que circulaban en torno a ellos en labores aparentemente menores.
Todo se coludía para pensar como si fueran las representaciones tradicionales, pero claro la "simulación" es lo que permite, el juego de lo real a través de las categorías: "Ahora se vienen a hacer los andinos estos...si en otros carnavales eran mapuches" me comentaba uno de los seguidores de la larga caravana. El ritual operaba en todas sus dimensiones, neófitos asustados y con nervios en la trastienda del evento, vestimentas cuidadas y ensayos varios, preparación física para aguantar la dura jornada, disposición concéntrica de los actores yendo de menor importancia (fuera) a mayor importancia (dentro).
La simulación estaba servida a la orden de las disputas de las categorías que permitían la representación. Finalmente todo acabó con la ingesta de alimentos, vino y mucha música, no faltó ni siquiera el actor que emborrachado en el suelo pedía atención de su amor eterno... pero hasta eso era parte de la performance cuequera cuidadosamente simulada.